Yegros, Francisco, "Muerte de 22 soldados que andaban perdidos rumbo a Ballivián". 2009 : Com Indig Mistolar (Boquerón, Paraguay)

 Interview: id 40414
Interviewee(s)
Interviewer(s)
Language spoken
Nivaclé
Date of interview
2009
Unique public identifier
nivacleFY2009f
Orígen del documento
Subject description
Muerte de 22 soldados que andaban perdidos rumbo a Ballivián
Transcription
Una vez unos tucús [soldados] se perdieron y preguntaron: “¿Dónde queda el camino que va a Ballivián?” Los nivaclé los mataron, pero dejaron uno vivo. Aquella vez se perdieron unos bolivianos, deben haber sido 22 personas. Así contaban mis abuelas. Era la cantidad de sus manos y sus pies y dos más. Bolivianos. Ellos decían: “¡Vamos hacia aquel lado!” Iban hacia un lugar que se llama Jocat. Yo conozco todos los lugares de mis abuelos. Al atardecer llegaron otros nivaclé. “Aquí estamos, dijeron, vinimos para ayudar”. Y decían entre ellos “¡Al amanecer los vamos a matar!”
Tenían hambre los bolivianos, así que faenaron una oveja. La faenaron. Ese día había viento sur [frío]. Era bueno, así los nivaclé podían usar sus ponchos y esconder sus garrotes. Esos garrotes eran de palo santo y tenían también sus hachas. Por mientras los ancianos cantaban. Los tucús los miraban. Los ancianos ya estaban haciendo sus conjuros para pedir esas almas.
Hasta que mataron a los bolivianos, cada uno con su garrote. Esperaron hasta que el que vigilaba bajo su arma. Ahí atropellaron. Así solían hacer. Le dijo: “¿Por qué no bajas tu arma y comes tranquilo el asado?” Cada nivaclé ya estaba con su boliviano. Bajaron sus armas y se pusieron a comer. Los nivaclé estaban vigilando. Cuando dieron la orden empezaron a garrotearlos. Uno a cada uno.
Mi padre tenía una escopeta. Salió y apuntó a un boliviano. El boliviano gritó que era su amigo, igual le disparó. Así los mataron a todos. Los mataron a todos. Los garrotearon aquí. Uno solo se escapó. Se le salió un zapatón. Pero los que le seguían eran muy viejos y no pudieron alcanzarlo. Usaba el zapatón que le quedaba para echar las espinas. Se devolvieron los ancianos y salieron unos más jóvenes a buscarlo. ¡Ya lo vamos a alcanzar! decían. Hay nivaclé que tienen poderes [para adivinar dónde están], como el tigre.
A los otros cadáveres los enterraron cerca de la aldea. En Jo’ot había un lugar donde enterraban las cosas. Los nivaclé se quedaron con las armas. También guardaron las balas. Se quedaron con los ponchos y los zapatos. Entonces ya tuvieron las armas y los fusiles de los tucús. Así pasó. Esto es lo que me contaron. Muchas cosas. Estas cosas contaban los ancianos antes.
 
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