Saravia, Francisco, "Los nivaclé, la misión y el fortín Esteros". 2009 : Com Indig Uj'e Lhavos - Filadelfia (Boquerón, Paraguay)

 Interview: id 40394
Interviewee(s)
Interviewer(s)
Language spoken
Nivaclé
Date of interview
2009
Unique public identifier
nivaceFS2009e
Orígen del documento
Subject description
Los nivaclé, la misión y el fortín Esteros
Transcription
Yo miraba al cielo. ¿Por qué esto es así? Le pregunté a mi madre, ¿por qué soy así? [cojo]: “Te dispararon, me dijo. Te dispararon, pero estarás bien”. No me di cuenta y ya caminaba de nuevo. Cuando yo era niño, buscaba lagartijas, pájaros… ya se había acabado la guerra. Se acabó, pero después me di cuenta. La guerra se había acabado. Mis padres no se hallaban en Esteros [misión], eran de Fischat. Yo era un niño grande. En 1942 creo, o 44, en el 45 entré en la escuela. 45, 46, 47, 48 llegué y dijo el Padre Juan:
—Tú no vas a estudiar más, tienes que trabajar.
—No quiero dejar de estudiar, le dije yo. Pero el Padre me contestó que yo era demasiado grande.
Así comencé yo. Cuando era un niño. Yo conocí a los misioneros. Conocí al padre jefe [Sheffer], era un gordo. Ellos nos amansaron. Salieron de la primera misión y luego se mudaron donde ahora está esa misión, en Fischat. Nu’ujiy (“laguna de perros”) se llamaba el lugar de la primera misión. Pero ese lugar se inundó.
Entonces, nunca más me quise acordar de aquella vez que me dispararon los militares. Ahora me suele doler la pierna, porque ya soy viejo, siento que me duele. En esos años… en esos años… no llegué a conocer a un tal Padre Stahl, pero sí a Jorge Leopold [misionero] y también a un misionero joven… padre Otto. Entró en el bañado a pescar, le agarró una enfermedad y ya murió. Eso pasó en Fischat. Cuando lo agarró la fiebre, una semana después murió. Porque el agua del bañado era sucia, él no estaba acostumbrado, ya estaba enfermo. Entró en el bañado y le agarró la enfermedad. Se llama tifus, esa le agarró. Se lo llevaron a Esteros y ahí lo enterraron. En Esteros está. Y a Stahl también lo sepultaron ahí. Así pasó.
Otra cosa que contaba el padre de Sotaa. Que la primera misión de Esteros estaba cerca del fortín, a una distancia como de aquí al portón estaba la misión del fortín. Ahí siempre le daban comida al padre de Sotaa. Él tenía una cacerola y se la llenaban siempre. Y un día llegó el momento en que le mezquinaron. No estaba el mismo que le daba, porque había un cambio en la guardia y el nuevo guardia no conocía a los elé. Llegó Tanuuj y le dijo:
—¡Buen día señor guardia!
—¡Eh! –le respondió éste–. ¡Yo no te conozco! ¡Tienes que devolverte o si no te mato!
Y se devolvió con la cacerola vacía. Al llegar donde el misionero éste le dijo:
—¿No traes comida?
—No, no traje nada, el guardia mezquinó, allá se ve.
—Esperá, dijo el cura.
Entró en su pieza, agarró su fusil y apuntó hacia el guardia. El guardia estaba quieto a la distancia. Le disparó… pegó en la pared y el guardia no sabía hacia dónde correr. A la tarde llegó un teniente y otros jefes a hablar con el misionero. Uno dijo:
—Nosotros no somos los que mezquinamos, fue el soldado. El soldado.
Y el elé respondió: —¡Voy a destruir el fortín! ¡Si quieren ver se los voy a demostrar! Si no, digan la verdad porque si yo quiero, ¡a todos los voy a matar!
Entonces uno de ellos dijo: —¡Vamos a ver primero, con que vos nos vas a destruir!
El misionero tenía algo que era desconocido, algo parecido a un balón de gas. Entonces dijo: —¡Yo les voy a mostrar!
Agarró esa arma y le apuntó a una tuna, la destruyó por completo. Ahí ya tuvieron miedo los bolivianos y dijeron:
—De aquí en adelante los vamos a respetar.
Después Esteros se mudó a donde está ahora la misión. En ese entonces ya venían llegando los paraguayos y se iban yendo los bolivianos. Así pasó.
 
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