Aquino, Emilio, "Cacique Chicharrón, el tajamar de Sísifo". 2009 : Com Indig Puerto Maria Elena (Pitiantuta) (Alto Paraguay, Paraguay)

 Interview: id 40352
Interviewee(s)
Language spoken
tomaraho
Date of interview
2009
Unique public identifier
tomarahoEA2009e
Orígen del documento
Subject description
Cacique Chicharrón, el tajamar de Sísifo
Transcription
Aquella vez, encontraron una pastura, una pastura grande y el patrón pensó que iba a mandar a los ishiro a hacer un tajamar. Los ishiro dijeron ¡Diii! [sí] porque así hay trabajo, aunque no sabían cuánto les iban a pagar, pero hacían el trabajo. Medían aquí y aquí con sus brazos, "seguro que esto es un metro" decían y cada uno se ponía a cavar, hasta la tardecita, en que terminaba éste y ese otro más allá y aquel otro, hasta emparejar todo. Al día siguiente empezaban por el otro lado, éste cavando aquí y el otro más allá, hasta terminar. Pero todavía faltaba mucho. Chicharrón no estaba con los ishiro. Él estaba trabajando con otros indígenas, estaba más lejos con otros ishiro. Los de aquí dijeron al patrón que ya no tenían ropa y el patrón los retó. Así es que se fue un ishir allá hasta donde Chicharrón y le contó que estaban trabajando en un tajamar y el patrón los estaba engañando. Le contó que habían trabajado mucho y que no podían dejar eso botado sin que les paguen. Habían querido irse, pero los atajó un brasilero que les dijo que no se fueran y que llamáramos a alguien para que nos ayude a que nos paguen. Así es que los ishiro se habían quedado ahí haciendo el tajamar. Entonces Chicharrón habló con el patrón donde trabajaba y le dijo que le cerrara la paga porque tenía que irse. Le explicó que había llegado su paisano y que los tomaraho necesitaban su ayuda, que le pagaran la mitad y se iba tranquilo. “Traigan el papel para firmar”, dijo, luego le pagaron y contó su dinero. “Me voy con los tomaraho” y se despidió.
Cuando llegó, todos estaban contentos de recibirlo y se sentaron junto a él. Le contaron lo que ocurría. Un metro aquí, un metro allá y un metro de profundidad, todos los días llevaban cavando. Chicharrón llegó y los escuchó y entendió lo que pasaba. Al día siguiente se fue junto al patrón y le dijo: “Ya llegué patrón, ahora vamos a trabajar”, y el patrón lo mandó a trabajar. Pero Chicharrón no era como cualquiera, él sabía cuándo terminaba el mes. Les dijo a los otros: “Mañana voy donde el patrón para hacer el arreglo, para que les pague porque está terminando el mes”. Chicharrón fue donde el patrón y llegando le dijo: “¡Buen día patrón!”, pero el patrón se subió a un burro y se fue. Entonces Chicharrón fue a pararse donde pasaba el burro. El patrón montó su burro para salir de ese lado y allí mismo se fue a parar Chicharrón.
—¿Qué pasa patrón? ¿Por qué quieres irte? ¿Por qué te llamo y no me haces caso? ¿Para dónde vas?, preguntó Chicharrón.
El patrón quiso pasar y atropellarlo con el burro, pero Chicharrón saltó, cogió las riendas del animal y se las arrancó de las manos al patrón.
—¿Por qué haces esto patrón? ¡Esto no se hace así! Tú eres el patrón y yo fui a conversar, ¡y escapaste!
El patrón forcejeaba con las riendas del burro y las recuperó otra vez. Se fueron caminando hasta la casa. El patrón dijo:
—Vamos a mi casa, mañana vamos a hacer el arreglo, porque ahora estás enojado y yo también, si hacemos el arreglo ahora vamos a pelear.
Discutieron y Chicharrón se devolvió. Al otro día, Chicharrón se fue otra vez.
—¡Buen día patrón!
—¡Buen día!, respondió. Dijo: Ven, aquí estoy haciendo tu arreglo, pero tus paisanos tienen muchas deudas y han trabajado poco. Trabajaron muy poco y no les sobra nada.
Chicharrón dijo: —¡Patrón! ¡Los ishiro llevan trabajando meses contigo! ¿Qué es lo que te deben?
Y los mandó llamar y vinieron. Les preguntó qué habían sacado, pero todos decían que nada. Uno decía “yo sólo saqué víveres”, pero los víveres se supone que eran gratis. Sólo habían sacado ropas, esa era la deuda. Todo lo que habían cavado, se pagaba por mes. Pero el patrón quería pagar por metro. Entonces el Chicharrón fue y le dijo al patrón:
—¡Patrón! ¡Vas a tener que pagar!
Estaban ahí todos sus paisanos y le dijo:
—¡Patrón! Si les pagas vas a poder irte tranquilo de acá y si no les pagas no te vas a poder ir. Te voy a amarrar a ese árbol, te voy a atar al árbol para que no te vayas.
Él temblaba mucho. Chicharrón dijo:
—¡Te voy a amarrar aquí y acá, te voy a pegar, te voy a dejar atado y voy a esperar a que lleguen los militares! ¡No vuelvas nunca a decir que los ishiro roban!
El patrón temblaba entero mientras escribía. Terminó de escribir, le mostró a Chicharrón y le dijo que le iba a pagar. Había sido que tenía plata. Sacó la plata y se la pasó al otro para que pagara y pagó. Entonces Chicharrón le dijo que podía irse mañana. “Vas a tener que irte mañana, le dijo, no quiero verte más por acá”. El patrón no sabía qué hacer, había querido engañar a los ishiro. Chicharrón entró a la casa y sacó la ropa del patrón, que temblaba de miedo. Llamó a Carie [?] y le dijo que lo llevara. Éste alzó sus bolsones en la carreta y se lo llevó. El patrón iba temblando y pidiendo que no le hicieran nada. Sabía que Chicharrón le podía pegar, a la primera le podía pegar, así que tuvo miedo y se fue.
Después trabajaron con un extranjero, Alberto. Él sí quería a los ishiro. No sé si era argentino o americano, el vino y se quedó con los ishiro, pobrecitos siempre cavando. Ahora acarreaban con carretilla, de aquí hasta allá. Y abajo usaban unas cuerdas nuevas, se tiraban esas cuerdas y con eso se alzaba la tierra. Echaban dentro mucha tierra y los jóvenes la alzaban, la ponían allí y la llevaban más lejos. La alzaban en su cabeza y la llevaban más lejos. Sacaban tierra. Pasaban los días y seguían ahí trabajando. Era una forma nueva para cavar la tierra y se avanzaba más rápido. Los ishiro trabajaban a mano y los paraguayos no trabajaban, sólo hacían trabajar a los ishiro. Cuando se fue aquel otro patrón vino este extranjero y vivió con los ishiro. El sí los visitaba y los apreciaba. Le llamaban Roberto [o Alberto], pero no sé el verdadero nombre. Todavía no terminaban el tajamar, iban cavando en todo el espacio del tajamar. Haciendo hoyos para el tajamar. Ellos no conocían, pero terminaron conociéndolo todo, iban aprendiendo cómo se hacen las cosas. Uno estaba ahí y cavaba la tierra, luego llamaba a los de arriba, llenaba de tierra y llamaba y los de arriba tiraban y se llevaban esa tierra en la espalda a todas partes. Un trabajo grande, largo, hasta que se acabara. Cada dos meses se hacía el arreglo. Cuando llegó el año, para el año nuevo, carnearon cinco animales. El patrón anotaba y entre ellos nomás saben lo que anotaban. Cinco animales y les dio víveres, pero este no era como el patrón que se fue, este era diferente.
Hasta que pasó el tiempo, iban por la mitad del tajamar. Llegó un chamán a buscarlos. Estaban cansados. Les dijo: “Saquen sus palas y sus cosas, en la noche voy a jugar para que su patrón deje de usarlos tanto”. Así dijo el papá de Dorito, que era un gran chamán. Les mandó a que sacaran sus cosas del tajamar, pero algunos no le creyeron, dijeron que ya no era chamán, dijeron que estaba mintiendo. Otros sacaron sus cosas. En la noche empezó a cantar. Cantó y cantó hasta que se acercaron los animales y cantaron juntos ua, ua, ua, paj paj u paj… El chamán se fue hasta el tajamar y se puso a cantar, jugaron mucho ahí, cantaron toda la noche y la noche siguiente hasta que se puso a llover. En la mañana casi no quedaba tierra, estaba todo tapado de agua, ni camino para llegar. Los que no le creyeron perdieron sus cosas en el tajamar, todo inundado, las carretillas y demás cosas quedaron ahí. El chamán le había dicho al patrón que ya estaban todos cansados, que iba a llamar a la lluvia, que sacaran las herramientas, que alguien sacara las cosas del tajamar. Pero se quedó ahí mudo, él creía que no iba a llover, estaba caliente el sol, varios no creían que fuera a llover. Cuando amaneció ya estaba tronando, llovió y llovió mucho, hasta el amanecer y el mediodía. Al mediodía escampó. No sabían qué hacer y lloraban, no sabían qué hacer.
El patrón, el administrador, se vino desde el pueblo. Chicharrón se lo encontró cuando venía en el burro. Entonces el patrón le dijo que llamara a su gente para que retirara las herramientas, porque mañana ya no habría más trabajo. Que se fueran a descansar. Alguna gente dejó nomás sus herramientas en ese tajamar, algunos pensaron que el patrón iba a entender. El patrón dijo ahí está la despensa, pueden ir a sacar víveres, ahí están los víveres. Ya no hay más trabajo, pueden ir a sacar los víveres. Unos ishiro se fueron a la despensa, otros tomaron lo que había en el camino. Había muchos víveres, ponchos, frazadas, de todo. El patrón dijo: “Yo voy a dejar todo aquí para que lo retiren cuando venga un barco, yo me voy, acá ya no hay más tierra [emergida]”. Sólo pedacitos de tierra asomaban [del agua]. Cuando acabaron con la despensa, los ishiro querían irse, pero no sabían qué hacer. El patrón hablaba y llamaba a todas partes para que le mandaran canoas, hasta que los militares le mandaron canoas. Trajeron canoas y se llevaron a los ishiro, ahí quedó la tierra que habían cavado, los sacaron fuera para que se queden allá. No había barrancos en los que quedarse. En la mañana llegaron otros más con las canoas y así sucesivamente. Los pusieron en un barranco que había más allá de la punta del tajamar. Ahí se quedaron hasta que bajó el agua. Cuando apareció de nuevo la tierra, entonces se fueron a Puerto Sastre y dejaron ahí ese tajamar.
 
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