Aquino, Emilio, "Historia del anciano Ecusume y del chamán Yabagá". 2003 : Com Indig Puerto Maria Elena (Pitiantuta) (Alto Paraguay, Paraguay)

 Interview: id 40344
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Language spoken
tomaraho
Date of interview
2003
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tomarahoEA2003b
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Historia del anciano Ecusume y del chamán Yabagá
Transcription
Mi abuelo se llamaba Ecusume. El abuelo Ecusume ya estaba viejito. No sabía nada de los víveres que comemos nosotros. Él sólo comía la comida natural de los indígenas y tampoco hablaba guaraní o español. No sabía. Él tenía su cultura, que seguía respetuosamente. Él daba consejos, decía que no había que comer la comida de los otros, sino que cada uno debía conseguir su comida. Ecusume vivió hasta muy anciano, porque respeta su cultura, los consejos de sus mayores.
Cuando el abuelo envejeció, ya no funcionaban sus dientes, estaban todos gastados. Y tampoco funcionaban sus ojos, estaba ciego. Ya apenas podía caminar. Ahora hay cuchara, pero antes no. Su nuera o su hijo o su nieto le mordía la carandilla o el palmito y se lo daba, para que pudiera comer. Asimismo, le daban agua. Eso hacían sus parientes cuando estaba viejo. Tampoco podía caminar lejos, así que sus hijos o nietos lo ponían en una hamaca y lo llevaban colgando, aunque fuese lejísimos, se iban turnando. Si cambiábamos de lugar, entonces había que llevar al abuelo Ecusume. Se iban otro lugar con más comida, con más frutas, en el que quedarse tres o cuatro años más, así. Él estaba cansado y decía: “Yo no veo más a mi hijo ni a mis nietos ni a mi nuera. Hace mucho que no puedo verlos, pero sé que estoy con ellos”. Un día le llevé un poco de apuk [aloja] y él nos abrazó con mi mamá, él ya quería morirse. Cuando vino su otro hijo a darle un poco de comida le dijo que no y no comió. Nos abrazó a todos de nuevo y nuestros padres dijeron: “El abuelo no quiere comer más, ni tampoco escucha a nadie”. Había que hablarle dentro de la oreja para que escuche las palabras. Ecusume abrazó a todos sus nietos, ya casi no tenía carne, tenía la piel toda arrugada, como una tela. Les dijo a sus nietos que se preparen y avisen a todos su parientes, que quería hablar con ellos. Entonces Ecusume les dijo:
—Hijos, hijas, nietos, nietas, nueras… hace mucho tiempo que murió la abuela. Ahora yo estoy solo y vivo con ustedes. Cada vez que ustedes se van me me llevan sobre sus espaldas. Ya es tiempo. Ustedes deben estar cansados. Por eso los llamé para que vean quién va a tener el ánimo de enterrarme vivo.
Los hijos no contestaron, porque no querían enterrarlo vivo. Entonces un anciano que era chamán, su mejor amigo, les dijo:
—Su padre está en el último tiempo y por eso los llamó a ustedes, para contarles su historia. Él ya no es como una persona, tienen que enterrar su cuerpo ahí para que su espíritu pueda volar.
Pero todos se quedaron en silencio, nadie se atrevía a enterrar vivo al abuelo. Los hijos le dijeron que mañana volverían a conversarlo. Vino ese amigo del abuelo y dijo:
¬—Su padre les entregó su vida, tienen que encontrar a alguien que lo entierre, alguien que sea una persona buena, una persona inteligente, alguien que no hable de balde.
Pero los hijos de Ecusume no querían enterrarlo. Entonces el anciano se fue con los otros tomaraho e hizo una reunión. Les dijo:
—Vamos a hacer todo lo posible por ayudar a mi amigo Ecusume, que está muriendo. Él pidió que lo entierren, pero sus hijos no se atreven. ¿Quién me va a acompañar para hacer un pozo en el que enterrar a Ecusume?
Al amanecer, Ecusume llamó a toda la familia y toda la gente que vivía con ellos. Todos fueron a visitar al señor Ecusume. Cuando recién amaneció, entonces Ecusume empezó a discursear. Habló y habló largamente. Contó toda su historia. Cuando era un niño, cuando fue joven, adulto y anciano. Contó cómo manejó su vida y los aconsejó sobre cómo conducirse y respetarse entre ellos. A las doce o tres de la tarde empezó a cantar una canción, es una canción muy triste. Es la canción que nos dejó para compartir con nosotros. Sólo mi padre y yo podemos usar esa canción, esa que es la canción de Ecusume. Cantó y discurseó todo el día. Contó toda la historia de su vida y cantó su canción. Cuando ya estaba atardeciendo, entonces dijo:
¬—Bueno, ahora es tiempo de que me lleven a mi pozo, al pozo que hicieron para mí. Ya es mi hora.
Entonces enterraron a Ecusume, vivo como pidió. Le echaron tierra encima. Estaban todos reunidos y tenían agarrado al hijo de Ecusume con una piola, para atajarlo y que no fuera a golpear a alguien. El hijo lloraba y lloraba, con mucha tristeza. Todo el pueblo estaba llorando. Él era un buen señor, él ayudó mucho a la gente, era bueno con nosotros. Todos querían mucho a Ecusume. Todos lloraban y tenían agarrado a su hijo, hasta que le dijeron que ya había muerto, que dejara tranquilo.
El hijo de Ecusume tenía mucha tristeza, ya no podía hablar, tenía la garganta rota de tanto llorar. No sabían qué hacer. Entonces el anciano Biriantish, que era amigo de Ecusume, le tocó y escupió un poco en su garganta y sopló y sopló hasta que se fue mejorando. Le aconsejó que dejara de llorar, le dijo que al abuelo le había llegado su hora y que lo tenía que entender. Pero cada vez que los hermanos se juntaban, él se ponía a llorar. Entonces Biriantish les aconsejó que debían separarse, que cada uno debía ir a un lugar distinto y no estar más juntos, así podrán olvidar un poco la muerte de su padre. Así hicieron y cada uno se fue a un lugar distinto. Biriantish los visitaba de tiempo en tiempo, a todos, para ver cómo iban y darles consuelo. Cada cierto iba a ver a los distintos hermanos a ver si iban bien. Un día, cuando llegó de visita, le dijeron que los habían visto jugando al juego osusta [hockey]. Uno de los hijos de Ecusume había jugado osusta y le habían machucado el ojo. Entonces cuando el anciano llegó a consolarlos, vio que ya habían abandonado su luto, porque estaban jugando a osusta. Lo mismo pasó en la otra comunidad, entonces el anciano dijo: “Bueno, ustedes ya no están más en el luto, ustedes ya están jugando de nuevo, ya no están más en el luto, así es que pueden volver tranquilos a sus casas a reunirse de nuevo”. Y todos los hermanos volvieron a reunirse ahí en donde habían enterrado a Ecusume. Habían pasado varios años. Entonces se despidieron del luto y lo dejaron. Pintaron su cara roja, todos con la cara roja, porque habían dejado su luto. Sólo el hijo mayor no podía olvidar. Era el único que sabía encontrar el ostyrbe [polvo colorante rojo] para poder pintarse. De modo que necesitaban su apoyo y lo fueron a buscar. Él aceptó ayudarlos y mientras sacaba el ostyrbe para sus hermanos se le fue pegando en el cuerpo y en la cara sin darse cuenta, hasta que quedó todo rojo. Entonces la gente se puso a llorar de emoción, porque al fin había dejado su luto. Les dijo: “Ustedes quieren que termine mi luto, ustedes me dieron este trabajo para que me pintara de rojo sin darme cuenta. Yo se los agradezco”. El hijo de Ecusume se llamaba Yabagá. Era una persona buena, como su padre, que tenía muchos amigos, no como las personas malas, que no tienen amigos. Era una persona buena que siempre ayudaba, siempre iba primero. Pero ahora no podía olvidar la pena por la muerte de su padre. Un día, le dijo al resto: “Yo no solo voy a cantar, sino que también tengo un pequeño poder. Mi obligación es separarme ustedes. Yo no estaré más con ustedes, ahora voy a estar solo, esta es mi obligación. Ya no voy a trabajar con ustedes, así es como estoy obligado a hacer”. Yabagá empezó a no trabajar más. Dejó de actuar como su padre. Cuando éste murió, Yabagá no podía dejar de llorar y cantaba y cantaba y pedía el poder de su padre. Pedía el poder mientras lloraba. Mientras más lloraba, más poder pedía, hasta lograr el poder de Ecusume. Cantaba y cantaba hasta que se le aparecieron unos seres, como una imagen, que le habló y le dijo: “Deja de llorar, ven a casa con nosotros para que estés tranquilo”. Eso era una obligación, Yabagá escuchó esos seres y dejó a sus compañeros, los abandonó.
Mientras algunos chamanes cantaban para pedir lluvia, él se entrenaba y probaba su wosó, su poder. Los chamanes cantaban y llamaban a la lluvia, pero cuando empezaban a juntarse las nubes y a cubrirse el cielo, entonces él ponía su atuendo con las plumas vueltas hacia fuera –al revés– y soplaba su pito de hueso para que el cielo volviera a despejarse otra vez. Probaba su wosó contra los otros chamanes, ya empezó a actuar él mismo como chamán. Hasta que su esposa le dijo: “Parece que tú atacaste la lluvia. ¿Por qué no dejas en paz a nuestros hermanos que necesitan agua? No hay más agua para la gente”. Y Yabagá no contestó nada, se quedó en silencio. Esa misma noche se fue, nadie sabe dónde, hacia arriba, a buscar la lluvia. Salió volando a buscar la lluvia. En la noche, cuando su esposa despertó, él no estaba ahí. Pero en la mañana estaba de nuevo en su cama. Sólo que el cielo estaba cubierto y a mediodía empezó a llover. Llovió día y noche. Entonces supieron que ya era konsaha, chamán. La gente se mudó a un lugar más seco y ahí los wetern despejaron un sitio para que cantaran los konsaha. Yabagá usó su piola oswehimo y pusó dentro de ellas su pito de hueso doichebyt y una caparazón de tortuga como tobillera, una en cada pie. Ahí mostró la fuerza que tenía. Luego todos salieron en distintas direcciones y Yabagá se quedó con su familia. Andaban solos. Yabagá contó que cuando viajo al cielo se encontró con un chamán con el que intercambiaron sus atuendos de plumas, para que al volver la gente le creyera, para que lo vieran volver con otras plumas. Entonces Yabagá cantó la canción de Yabagá. Ahora era un gran chamán, un konsaha dich. Tenía el poder de actuar como el degylygy, que es una anguila grande y poderosa, peligrosa. Esa anguila puede matar si quiere y Yabagá podía convertirse en degylygy. Él cantaba como degylygy y pintaba su cuerpo como degylygy y se convertía en degylygy. Ese un grito fuertísimo, el grito del degylygy asustaba a los tomaraho que tenían miedo de Yabagá. Pero Yabagá solo gritaba y lloraba recordando a su padre. Y gritaba fuertísimo, ¡wysssssssssssssssssss! gritaba.
Otra vez todos se reunieron porque no tenían comida. Los chamanes cantaban para pedir comida, pero ese no era el trabajo de Yabagá. Yabagá no tenía ese poder, ese don. Él podía curar o matar alguien, o traer o empujar la lluvia, pero hacer aparecer comida. Hay otros chamanes que sí, entonces ellos cantaron pidiendo frutos. Yabagá les dijo: “Ustedes canten pidiendo los frutos y yo voy a colaborar pidiendo la llovizna para que crezcan los frutos”. Ahora colaboraban. Cantaron todos los días y todas las noches, sin comer y sin beber, en ayuna, cantando, hasta que uno o dos meses más tarde aparecieron las frutas. No en todo el Chaco, sino sólo ahí en donde estaba el grupo de Yabagá. Sólo para ellos, esos frutos aparecieron antes de la primavera. Todos salieron a juntar esos frutos, kapuló, porharro, léete, ehike, eñyr, olagyrro, tsó, hío, juntaron todo eso y lo trajeron. En una parrilla tostaron el kapuló [algarrobo] y porharro, después lo molían y hacían una especie de harina que podían guardar. Solo el kapuló y el porharro aguantan con el tiempo, los otros se echan a perder. Todos comieron y pudieron seguir.
Tiempo después empezaron otra vez los problemas. Los más jóvenes cantaban canciones malas. Se creían chamanes y se desafiaban entre ellos. Ya estaban guerreando los chamanes. Cada uno tenía su canción, la canción del animal que lo acompañaba para guerrear. Entonces cada uno sacó su canto para demostrar su fuerza al otro. Aquel cantó como tobiyá y el otro cantó como nuetá, una señora que es como un animal, una señora grande que se come la gente. Otro cantó como el viento, al que nadie ve pero que vé todo. Yabagá estaba ahí mismo. Los miró y les dijo:
—Yo creo que ustedes sólo están soñando, piensan que son chamanes, pero no lo son, apenas tienen fuerza.
Estaba enojado Yabagá, por esos falsos chamanes que no sabían nada. Entonces Yabagá empezó a cantar. Se puso a cantar la canción de Yabagá, la canción del hijo de Ecusume. Hasta que rompió la primera teja del cielo y subió más alto aún. Mientras los falsos chamanes seguían cantando, entonces Yabagá les dijo:
—Hace tiempo que estoy con ustedes y ustedes saben que soy poderoso. Yo puedo ir al cielo o a cualquier parte. Ahora les estoy contando mi historia, la historia de Yabagá, la historia de cuando subí al cielo y me encontré con el degylygy.
Así les dijo, les dijo:
—Yo ya conté mi historia, así es que esta noche voy a morir, no estaré más con ustedes. Hoy en la tarde mis hijos limpiarán mi casa para que mañana puedan llorar mi muerte.
Entonces un gran chamán compañero de Yabagá dijo:
—Yo conozco desde hace mucho tiempo a Yabagá. Yo lo vi ir al cielo y allí nos encontramos la degylygy. Nosotros estuvimos con ella, vivimos con ella, comímos con ella. Nosotros tenemos nuestro lugar allá. Esta noche voy a morir junto con Yabagá.
Entonces habló otro gran chamán amigo de Yabagá:
—Yo también voy a morir porque ya ha sido mucho tiempo con ustedes. Ustedes no pueden morir, porque no son konsaha, pero nosotros sí, nosotros ya tenemos un lugar que nos está esperando. Por eso yo también voy a morir esta noche, porque vamos a ir junto a degylkygy.
Al amanecer, ahí estaban los tres cuerpos muertos. Los tres konsaha habían muerto. Murieron en la noche, a la misma hora murieron los tres. En la mañana los enterraron cada uno en su pozo, con todas sus cosas y sus atuendos, para que no hubiera problema, cada quien enterró el cuerpo de cada chamán en un pozo. Yabagá no alcanzó la edad de su padre, pero murió cuando tuvo que morir
 
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