Aquino, Emilio, "Cacique Chicharrón, la epidemia y Conito". 2009 : Com Indig Puerto Maria Elena (Pitiantuta) (Alto Paraguay, Paraguay)

 Interview: id 36157
Interviewee(s)
Language spoken
tomaraho
Date of interview
2009
Unique public identifier
tomarahoEA2009f
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Cacique Chicharrón, la epidemia y Conito
Transcription
Aquella vez, decía Chicharrón, casi se acabó para nosotros. Al llegar al pueblo no había nadie. Delhú había fallecido. Estuvieron despiertos hasta la mañana. Contaba que velaron a Delhú hasta el amanecer, hasta que salió el sol. Todos se habían maquillado y habían cantado durante la noche, hasta tarde. Entonces llegó un militar a caballo y mandó llamar a Chicharrón. Le dijo que el comandante mandaba a que se fueran para una vacunación. Que el comandante los llamaba y que no se quedara nadie porque estaba viniendo una epidemia que mataba hasta los animales. - ¡Las mulas mueren, hasta se mete en los árboles y se mueren también! ¡Vamos allá para que nadie muera por esta epidemia! dijo Chicharrón a su gente. Algunos fueron. Se fueron hasta la base naval [Puerto Casado], llegaron y se quedaron ahí. La vacunación iba a ser el día siguiente. Pero los doctores querían ir hasta la aldea y preguntaban por qué no habían venido los otros ishiro. Los grandes chamanes que vuelan, los que acompañan a los osasyro [ave mitológica], ellos se asustaron y ya querían volar. No querían que les saquen su sangre. Cuando ellos se marean, ya quieren volar con los osasyro y que nadie los fuera a buscar. Conito llegó y dijo que no se atrevieran a mandar los militares al pueblo, “porque no voy a matar a uno sino a todos”. Nadie quería pelear. Conito los empujó a todos y se fue a esperar a la aldea. Cuando hablaba, los soldados no entendían qué decía, pero entendían que estaba enojado y no querían que hubiese otra guerra con los ishiro. Los soldados dijeron que no querían problemas y que no querían discutir de nuevo ni que los mataran, así que no fueron. Los soldados se quedaron en la base, pero había muchos ishiro más adentro [del Chaco], en las aldeas.
Chicharrón fue hasta allá pero no querían dejar que fueran a verlos. Le dijo a Conito:
—Tu eres mi pariente, mi hermano, a donde fui siempre me acompañaste, pero ahora me estas corriendo, dices que fue mi culpa que entraran los militares.
Por más que le decía, no había caso con su hermano. El patrón le había insistido a Chicharrón para ponerles esas vacunas, pero Conito dijo:
—Cállate, voy a esperarte aquí en la aldea a ver cómo vienes con los soldados. No dejaré que nadie entre, porque nosotros tenemos nuestros chamanes, nuestro poder, tenemos chamanes que vuelan.
En la noche la gente no dormía. Querían irse a la base y Conito no los dejaba ir. Discutieron hasta la mañana. Amaneció y todo el mundo iba llegando a la aldea, hombres, mujeres, mientras ellos seguían discutiendo. En la noche hicieron una gran ritual. Yo era niño, nuestros abuelos no querían que nos fuéramos, me tenían y no me dejaban irme. Hicieron una fiesta grande hasta que llegó el osirut [ave de la muerte, la epidemia] y entró en la aldea. La enfermedad mató a todos los indígenas de todas las parcialidades. Entonces, desde ese momento los ishiro discutieron entre ellos. Discutieron muy fuerte.
Algunos se fueron a otras aldeas indígenas, de otras etnias [mascoy], pero vieron que estaba lleno de muertos y los perros se comían los cadáveres. Así es que volvieron otra vez a la aldea y discutieron nuevamente. Hubo una gran pelea entre los ishiro. Algunos se dejaron vacunar, pero los otros se fueron más lejos y luego se devolvieron. Ellos se conocían entre sí, fue una guerra entre los mismos tomaraho. Por eso nuestro hermano se fue. Se llamaba Kurse. Kurse era nuestro hermano. Se peleó con nosotros y se fue. Murieron sus dos hijos y él se fue cuando hubo esa guerra entre los ishiro. Se fue y vio que había muchos muertos. Había muchos indios mascoy en el monte también, que estaban arrancando. Se fue y vio que estaban todos muriendo, que no quedaba nada. Muchos indígenas se estaban muriendo. Así es que volvió nuevamente.
En la aldea, llegaron donde una señora ishir que vivía ahí desde hace tiempo, una patrona. Ella habló y dijo que los ishiro no tenían más que pelear entre ellos, tenían que acabar esa guerra. Y todos le dijeron, sí, ya terminamos de pelear. Ella los mandó sentarse.
—Pueden sentarse en el corredor de mi casa, les dijo y llamó a los otros y a todo el mundo para que pudieran hablar.
—Ustedes mataron a nuestros hermanos y ahora volvieron, le dijo uno.
Entonces se sentaron y respondieron:
—Está bien, nos vamos a quedar aquí porque está bien, más lejos donde fuimos los perros se están comiendo a los muertos, en todas las aldeas están muriendo, pero eso volvimos a encontrarnos con ustedes y estar juntos, para que todos estemos bien.
La patrona caminaba de un lado para el otro. Yo conocí esa señora, era muy querida, siempre compartía lo que tenía, hace poco falleció. Entonces Chicharrón tomó la palabra:
—Esos que están volviendo son mis hermanos queridos, están volviendo por acá mis hermanos. Nuestros padres son hermanos, pero cuando los vine a buscar me quisieron matar. Les dije que esta enfermedad iba a llegar a nosotros y qué teníamos que hacer. Pero unos tuvieron miedo, otros volaron con los osasyro y unos pocos nomás se fueron donde el patrón [Puerto Casado]. Esa epidemia todavía no llega hasta aquí. Más allá está matando gente ¿Qué hacemos si llega aquí? Si nos enfermamos yo no sé qué hacer, esta aldea es muy grande. Yo se los dije y mi hermano casi me mató. Yo les dije que no era cualquier enfermedad, sino una epidemia grande. Ahora nuestros hermanos dicen que allá ya no hay más ishiro ni tampoco mascoy. Los perros se están comiendo los cadáveres. Pero aún no llega hasta aquí.
Pobrecitos los ishiro. Llegaron nuestros hermanos hasta el pueblo, pero cuando querían dormir no podían porque la enfermedad estaba entrando, ya estaba en una parte. Hicieron una última reunión y en la noche ya no había nadie, se fueron todos. Pobrecitos. Se juntaban unos pocos y se iban. Anselmo se fue en esa dirección con sus hermanos. Aranda se fue con sus nietos en esa otra dirección. Se iban, abandonaban la tierra porque ya había empezado a morir gente. Si Conito hubiera dejado que entraran los doctores seguro que sobrevivía mucha gente, pero por culpa de ese Conito sólo quedaron criaturas, la epidemia mató a todos. Los que se vinieron con los paraguayos, esos sobrevivieron y quedaron para siempre trabajando con ellos. Los que se fueron más hacia Bolivia [el interior del Chaco] no sabemos qué pasó con ellos. No sabemos si se curaron o qué. Tenían miedo de los cadáveres y se fueron. Era un pueblo grande, una gran aldea, pero cuando la gente empezó a morir todo se puso triste. Hasta los perros ladraban buscando a sus dueños. La gente lloraba por todas partes.
Yo era un niño, estaba recién caminando, los más ancianos eran los que se enfermaban y morían. Agarraba más a la gente adulta. Pobrecito el abuelo. Venía llorando y sus nietos se acercaron. Les pidió que trajeran a su amigo y se sentó a esperar. Cuando volvieron ya había muerto. Se sentó ahí y se murió, nadie supo, lo encontraron muerto. Murieron todos los ishiro. Sólo Guacondo y su gente no murieron. La enfermedad mató todos mis abuelos, papá, mamá, tíos. Por eso soy sólo, no había nadie con quien jugar. Chicharrón pensó: “Esto es por culpa de mi hermano, él confundió a mi pueblo. Antes estaban mis madres, mis hermanas y mis hermanos y ahora no hay nadie”. Por eso quedó siempre solitario Chicharrón, porque la epidemia los mató a todos, por eso andaba siempre sólo, porque murió toda la gente. Estaba Parahike, Chicharrón, Conito, Kurkych y tantos otro que olvido el nombre. Cuando llegaron a la aldea no había ningún ishir, fueron a ver si encontraban a sus parientes, pero sólo encontraron a los perros alimentándose de los cadáveres. Había una señora ishir que tenía miedo de los perros. Fue y se escondió debajo unas plantas acuáticas y se ocultó bien. Tenía tanto miedo que durmió ahí. Algunos demoraban en morir y otros morían enseguida. No recuerdo el nombre de la abuela.
Chicharrón se fue a la aldea a ver a sus parientes, pobrecitos los tomaraho. Su hermano quería pelear con él, pero estaban también sus hermanas y sus otros parientes, con los que se entendía bien. Entonces, cuando vio, se sentó y tuvo malos pensamientos. Chicharrón fue para allá y encontró a la anciana que tenía miedo de los perros. Ahí debajo de las plantas en medio del pantano. La llevó hasta la aldea y la miraron, todos se pusieron a llorar, pobrecita la anciana estaba flaca. La cubrieron y siguieron buscando al resto de la gente, pero no quedaban más. Muchos se fueron con los paraguayos para poder vacunarse. Y los que estaban en la aldea, más lejos, son los que más fallecieron. Chicharrón fue allá para buscar la gente que quedaba, sobre todo jóvenes, porque la enfermedad no mataba a los jóvenes, no les agarraba y por eso no mueren. Yo era niño, cuando mi tío Chicharrón me encontró dijo ¡Aún tengo parientes! y me saludó. Pero Conito estaba ahí y no quería que nos fuéramos con Chicharrón. Amenazó con matarnos, nos agarró y sacó un machete. Conito siempre estaba enojado. Quería matar a alguien, todos sus parientes tenían miedo de él. Puso unos postes y se quedó ahí, quería matar a alguien. Amenazó a los jóvenes que vinieran con nosotros. Chicharrón cuidaba a sus hermanos, pero Conito se fue sobre ellos y sacó un cuchillo. Todos corrieron y dejaron sus cosas, sus zapatos, todo. Conito cortó y destrozó todo. “¡No sé por qué mi hermano hace esto!”, decía Chicharrón. Había destrozado todo. “¡Si este hace algo lo voy a tener que matar!”, pensó Chicharrón. “Es mi hermano, decía, ¡pero está muy mal!” Conito corrió a todos los jóvenes que Chicharrón había juntado. Tuvo que ir de nuevo, uno por uno, llamándolos para invitarlos a comer y tomarse algún refresquito. Jugaba con ellos, los fue juntando de nuevo y se los llevó hasta Nymich Pata, en Puerto Casado.
En el camino, estaban todavía las chacras de las aldeas desiertas. Chicharrón cazó un animal. “Lo voy a llevar y compartir con nuestra hermana”, pensó. Al llegar, ella dijo “¿Dónde le disparaste? ¡Parece que gastaste muchas balas!” Él le dijo que había acertado en el ala y en el cuello también, sólo dos balas habían usado. Así que dejó eso ahí, se sacó sus zapatos y se sentó. Su hermana trajo un tereré y un mate dulce y se lo dio. Él les entregó lo que había cazado y lo cortó en pedazos. Hizo una broma y les repartió a todos, pero a ellos sólo les dejó un poquito. Chulo y Conito quedaron mirando. Conito se levantó y dijo:
—¡Se comieron todo el sangi y me dejaron muy poco!, y corrió sobre Chicharrón para pelearse con él. Se paró sobre él y le pegó con el cuchillo: —¡Te podría despedazar, pero sólo te pego!, le gritó.
Entonces su hermana los agarró por las orejas y los separó: —¡Déjalo que sea tu hermano no es cualquiera, es tu pariente!
Ahí habló el Chicharrón y dijo: —¡Si me quieres matar, mátame de una vez!
Conito trajo un machete y golpeó a Chicharrón, con el otro lado del machete, lo golpeó acá, acá y acá. Y vino una señora y les dijo: —¡No hagas eso, es tu hermano! y se lo llevó para allá para hacerlo sentar otra vez.
Chicharrón pensó en los jóvenes que tenía a cargo, se puso sus zapatos y su equipo, se puso todo y se sentó. Agarró su arma, tomó su bolsón y se lo puso así, se levantó, tomó su arma y le dijo:
¬—Ahora tendrás que defenderte porque yo ya te voy a matar. ¡No digas que te traicioné! ¡Agarra algo y defiéndete!
Entonces Conito agarró el cuchillo y se fue sobre Chicharrón que agarró su arma y apretó el gatillo, pero se trancó. Saltaba y saltaba Conito y ahí se acordó Chicharrón del seguro, saltó sobre él y ahí le apuntó. Hace tiempo que Conito quería clavarle su cuchillo, lo tenía en la mano. Saltó y le dio un machetazo en el brazo, pasó cerca de las caderas, corrió para apuñalarlo y Chicharrón disparó. Nuestra hermana se acercó a Conito, con su marido, le dijo que dejara a su hermano, cuando estaban todavía en el suelo. Porque Conito le había acertado en el brazo y en la cadera. Todos los que estaban ahí salieron corriendo, tenían susto de ellos, nuestra hermana lloraba y los jóvenes que venían con Chicharrón se fueron todos. Entonces se llevaron a Conito a una sombra, cuando hay pelea es difícil calmarse. Chicharrón se acordaba de su hermano: “Pobrecito, casi lo maté, decía. Yo tengo la culpa, por eso ahora mi hermano está varios días en cama. Sus huesos están todos rotos y la bala está dentro. Yo tuve la culpa y por eso nuestro hermano está herido aún”. Chicharrón juntó a su gente para irse, pero se acordaba de su hermano y lloraba, él había lastimado a su hermano. Conito había dejado libres a los jóvenes, pero parece que quería matar a alguno de nosotros, si Chicharrón no le daba esa lección él iba a matar a alguien, tuvo que hacer eso. La hermana y su marido se llevaron a Conito hacia Puerto Casado, mientras Chicharrón y los otros se fueron a Puerto Sastre.
Se lo llevaron en una carreta a Puerto Sastre y falleció en la base militar. Cuando llegó a la base, no aguantaba más y dijo que él no había hecho nada, que estaba durmiendo cuando Chicharrón lo apuñaló en la cama. Y parecía que decía la verdad, porque la herida parecía que se la hubieran hecho mientras dormía, por la bala que había entrado ahí, pero no era cierto.
Los militares mandaron llamar a Chicharrón. Conito les dijo que no había peleado con nadie, que estaba durmiendo cuando Chicharrón lo atacó. Pero eso no era así. Alguien dijo que Conito estaba mintiendo. Dijeron que se había puesto bravo. Pero unas señoras y un señor querían que castigaran a Chicharrón. Se lo llevaron a la cárcel, donde el superior. Conito era un soldado, Chicharrón también era un soldado, habían participado juntos en la guerra. Los dos eran soldados. Entonces querían llevar preso a Chicharrón. Él dijo:
—Llamen a nuestra hermana y escuchen lo que dice.
Su hermana sabía algo de castellano y contó:
—Éstos son mis dos hermanos, pero es como si fueran mis hijos. Yo soy su hermana y se equivoca el que está herido, porque fue él el que desafió a la gente y trajo un puñal para matar al Chicharrón. Ahora tienen que dejarlo libre y que se vaya a su casa.
Los militares no sabían qué hacer. A esas alturas, Conito todavía estaba vivo, todavía no moría. Cuando Chicharrón se fue, entonces murió Conito, porque tenía una bala en su cuerpo, dentro del riñón. Chicharrón les dijo a los militares que era su hermano y que esa era su hermana. Les dijo que Conito estaba buscando problemas, que quería matar a una mujer, un hombre o un niño, cualquiera que pase por delante, que quería matar a alguno de nosotros. Le dijo que persiguió a los jóvenes y los desafió y que luego lo fue a buscar a él, porque lo quería matar. Dijo que Conito se le abalanzó con un cuchillo y le pegó en la cabeza. Que era su hermano, pero había hecho mal.
Los militares le dijeron que se fuera tranquilo nomás. Conito era un gran soldado y por eso los militares lo cuidaban. Era un gran soldado, por eso le creían. Chicharrón también era soldado, pero no le creían, porque era más chico y no tan grande. Pero sus padres sí le creyeron, sabían que había estado en la guerra y que habían acabado con su enemigo. El patrón también lo conocía, le había dado muchas cosas, hasta caballo y burros, el patrón le daba y Chicharrón también les daba, por eso lo querían. Conito se creyó que, porque era grande, mientras su hermano era delgado y chico.
 
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